Aprecio el cine cuando intenta salir de los transitados caminos convencionales, pero esto también me hace ser especialmente exigente con lo que veo. La nueva película de Portabella tiene momentos en el que su abstracción narrativa en combinación con la espiritualidad de la música de Bach funciona y llega al espectador, pero en general navega en un mar de estilismo un tanto vacío, y cuando aparece el componente humano naufraga estrepitosamente (las personas que aparecen y como se comportan distan mucho de ser naturales). Por momentos me recuerda al Herzog más abstracto, el de "Fata Morgana", pero sin su capacidad poética, de hecho tiene un cierto aire documental en algunos tramos.

Al final su frialdad de obra de museo se cobra su precio, me cuesta disfrutar de una obra así, no sé si por mis carencias musicales (aunque Bach por lo general me gusta) o porque no estoy demasiado acostumbrado a este cine tan rupturista. Es como comer un plato de "nueva cocina", te deja con bastante hambre.