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December 25, 2008
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Tom Cruise es un buen actor, o al menos no se nota que está actuando cuando se encuentra en escena como le sucede a Brad Pitt con esos manierismos característicos. Tom Cruise se ha despeñado desde las más altas cotas del éxito debido a sus furibundas aficiones entre las que se encuentran la iglesia de la cienciología o el salto olímpico al sofá de dos cuerpos como demostró en el programa de Oprah. Y quizá aún no haya terminado la caída; parece preso del síndrome de Michael Jackson al que solo le suceden pesadumbre tras pesadumbre. Quien sabe si pronto se descubra que Suri no es hija biológica suya o que le gusta intimar con cánidos. Él se lo ha buscado, habrá quien diga.
Ser defensor del diablo es un trabajo apetecible y tentador; más aún cuando el diablo ha sido un vampiro. Tom Cruise es un icono, probablemente jamás reciba un Oscar (¿recibió alguno Kubrick?) pero ha demostrado sus capacidades interpretativas y posee un carisma, pese a quien pese, sin parangón en Hollywood. Desde sus inicios en Nacido el 4 de Julio, deambulando por Magnolia, protagonizando esa obra de arte titulada EWS o en breves papeles como en Leones por corderos su aparición en pantalla es un reclamo publicitario inmejorable y dota al film de cierto poder magnetizante. Es el rostro más emblemático de los últimos veinte años en la historia del cine. No se puede negar. Y todo arrancó un buen día en el que decidió decirse a si mismo: “pero que coño”.
Ser defensor del diablo es un trabajo apetecible y tentador; más aún cuando el diablo ha sido un vampiro. Tom Cruise es un icono, probablemente jamás reciba un Oscar (¿recibió alguno Kubrick?) pero ha demostrado sus capacidades interpretativas y posee un carisma, pese a quien pese, sin parangón en Hollywood. Desde sus inicios en Nacido el 4 de Julio, deambulando por Magnolia, protagonizando esa obra de arte titulada EWS o en breves papeles como en Leones por corderos su aparición en pantalla es un reclamo publicitario inmejorable y dota al film de cierto poder magnetizante. Es el rostro más emblemático de los últimos veinte años en la historia del cine. No se puede negar. Y todo arrancó un buen día en el que decidió decirse a si mismo: “pero que coño”.