En una casa apartada conviven cuatro curas y una monja, dedicando el día a rezar, alimentarse y relajarse en su extenso tiempo libre. Todos han sido separados de las iglesias que regentaban por haber cometido actos indecorosos.

Pablo Larraín dirige una película potente, perturbadora, pero sobre todo, una película valiente. Aborda el tema de las manzanas podridas de la Iglesia y su obligado retiro espiritual posterior. Cuando en una empresa un trabajador te sale rana, lo despides y ya está pero parece que en la institución eclesiástica las cosas no funcionan así, y lo más que hacen es alojarlos en casas, algunas con vistas al mar, y darles tranquilidad y buenos alimentos, seguramente a costa de los presupuestos generales del Estado por vía de la casilla del 0,7% de la declaración de la renta. Son cárceles divinas, llamémoslas así, por encima del bien y del mal. La ganadora del Oscar Spotlight ya trataba el tema desde el punto de vista de la redacción de un periódico, y aquí se ve desde el interior, desde la perspectiva de los propios curas cuyo comportamiento no ha sido del todo pulcro. Aquí lo que verdaderamente produce escalofríos, bajo mi punto de vista es que el nuevo cura, el que desencadena toda la trama, toma una decisión, consciente de que ha obrado mal en el pasado. El resto de curas no actúa de igual forma, porque para ellos hubo una razón loable y con buen fin en todo lo que hicieron, y siguen con la venda en los ojos. Enfermos de ceguera alucinoide diría yo. El esencial personaje que interpreta Marcelo Alonso es el yugo que la Nueva Iglesia Católica, impulsada por el Papa Francisco, aplasta y persigue estos actos crueles. Pero el personaje que realmente quedará marcado para siempre a fuego en nuestras retinas es el de Roberto Farías, apabullante, que representa a todos esos juguetes rotos por culpa de gente poderosa, autoritaria y sin escrúpulos en la que se confiaba cuando no se tenía nada…y que ahora se debe condenar para que caiga todo el peso de la ley sobre ellos. Amén.

Sacapuntas de oro: El valor de hacer películas así de necesarias. La angustia y la agonía latente durante todo el metraje. Que provoca al espectador y le invita a posicionarse. El final, tan abrupto como esperanzador.

Sacapuntas de madera: Que varios personajes estén demasiado estereotipados. Que podía ser aún más dura de lo que es. Que haya gente que siga mirando para otro lado. Que se generalice, también hay curas buenos y necesarios.

Nota: 7,5 Sacapuntas.