El director Woody Allen, que parece estar viviendo una segunda juventud fuera de su Nueva York habitual, tiene una constante habitual en muchas de sus películas (aunque no en las últimas): la mezcla-confusión entre realidad y fantasía.

De hecho el film fluctúa entre tres mundos, el que rodea al escritor que interpreta el propio Allen en su acotada realidad neoyorquina, el que fluye en la ficción de esa propia realidad y el que pertenece a los fantasmas personales del novelista. Y todo ello con un tono de comedia, aunque en este caso con un cierto sentimiento amargo.

Allen demuestra su maestría mezclando realidad y ficción, comedia y drama y todo ello con una excelente exploración interior de su personaje, el mismo que nos ha venido mostrando en prácticamente todos los films, con todas sus neuras habituales, pero en esta ocasión mostrando un personaje inmaduro, desestabilizado y paranoico. Por otro lado se sirve de un reparto lleno de caras conocidas (Kirstie Alley, Billy Crystal, Judy Davis, Mariel Hemingway, Amy Irving, Julie Kavner, Tobey Maguire, Demi Moore, Elisabeth Shue, Stanley Tucci, Robin Williams) para describir a su personaje desde el punto de vista de los que le rodean.

Sin duda una obra que demuestra la madurez profesional a la que ha llegado el cineasta.