Oz, un mundo de fantasía es una película que comienza de forma sobresaliente. Ese prólogo, en blanco y negro, tan clásico, tan hermoso, llena por completo la pantalla de sabor a Oz, a lo que todos identificamos con la historia de siempre.
Además, es una cinta excepcionalmente bien filmada por Sam Raimi, que lleva con mano más que acertada no sólo a sus actores, sino también la cámara (ver la impactante secuencia en que un puente cae bajo los pies de Oz y Eleonora), en un ejercicio de dirección soberbio. Toda la película tiene un acabado visual de pieza de museo, con esos efectos visuales, ese vestuario y esos decorados fantásticos que cumplen perfectamente con su propósito, que no es otro que introducirnos en el mundo de Oz y hacernos olvidar la vida real.
Sin embargo, no puede llevarse una nota más alta porque falla estrepitosamente en lo que más importaba. Lo que sí tenía Alicia en el País de las Maravillas: la emoción. Oz no logra llegar al corazón para instalarse en él como sí lo hizo la historia de Dorothy tiempo atrás, y no lo consigue simple y llanamente porque le sobra metraje por todas partes. La exposición de paisajes y personajes una vez Oz llega a Oz, valga la redundancia, es eterna y extremadamente lenta, y acaba afectando sobremanera al alma de la película. Intenta emocionar, intenta llegar, pero cuando al fin logra coger vuelo (el tercio final, ciertamente espectacular y brillante) ya es demasiado tarde. Por supuesto que hay momentos donde esa emoción sí se consigue (todos los de la Chica de Porcelana, o el final), pero no es suficiente para decir que Oz, un mundo de fantasía logra colocarse en el Olimpo del cine de fantasía.... y de los corazones de los espectadores.
Menos mal que Mila Kunis, Michelle Williams y Rachel Weisz, las tres fantásticas, dan lo mejor de sí, acompañando a un James Franco que bascula entre lo mejor de su repertorio (ver el excelente prólogo, y cómo logra aportar matices a un personaje que podría haber caído muy mal) y lo peor (qué irritante resulta a ratos... ver cuando rescata al mono).
Está bien, pero podría haber sido mucho mejor.

Lo mejor: El trabajo de Sam Raimi, el prólogo en blanco y negro y todo el aspecto visual de la película.
Lo peor: Es sosa, y no puede hacerse la cesta de la emoción y la magia porque le faltan todos los mimbres.