"TIERRA DE VALIENTES, DE CORAZONES INTRÉPIDOS, Y DE DEDOS PUESTOS EN EL GATILLO.
sÓLO jOHN fORD, PODÍA PRODUCIR ESTA PELÍCULA CON TODA LA GRANDEZA Y ACCIÓN DEL VIEJO oESTE AMERICANO."

Así decía el programa de mano del cine Avenida.

Vista por cuarta vez, durante la fase I del estado de alarma provocado por el maldito virus Covid-19, he sentido más o menos lo que las primeras veces, esto es:

"Excelente western, quizás uno de los mejores de la historia del cine.
no es espectacular, sino reflexivo, al menos en su primer tercio.
Poco a poco, los acontecimientos se van acumulando, para dar al famoso duelo del O.K. Corrall, tantas veces reflejado, y de distintas maneras, por cierto, en el cine.

Soberbio guión, y de la dirección de john ford mejor no decir nada, pues es más de lo mismo. y unas maravillosas interpretaciones, destacando por lo sorprendente, la de Víctor Mature, un siempre mediocre actor (aunque a mí me caiga bien pues me ha hecho pasar muy buenos ratos) y que aquí saca adelante su mejor papel.
Escenas como la de la familia comandada por el genial Walter Brennan entrando en el salón y colocándose a lo largo de la barra son imborrables en la memoria".

Ahora, vista recientemente, compruebo mejor su magistral tempo narrativo, con esos detalles explicados sin necesidad de fútiles diálogos (que los tiene maravillosos, como:

"- ¿Alguna vez has estado enamorado, Mac?
- No, toda mi vida he sido camarero".

las miradas soterradas, la preciosa pero muy sutil historia de amor y la violencia del final, mostrada en una extraordinaria por su sencillez puesta en escena.
Vuelvo a admirarla y a aumentar mi amor por el cine, el clásico, el de toda la vida.

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