Primera película vista durante la fase 0 del confinamiento provocado por el maldito Covid-19.
Y ha sido una sorpresa, no porque la calidad haya sido majestuosa, pero sí, primero porque la desconocía y después por resultarme muy poco complaciente para con el espectador. Pero, claro, pertenece al cine de los setenta, cuando los argumentos eran más oscuros y los personajes malvados crueles y sádicos.
Como ocurre en esta ocasión, filme de la Gran Bretaña, rodado en Holanda y con intérpretes internacionales.
La intriga está bien llevada, una historia de tráfico de drogas internacional, basada en la novela de Alistair MacLean (autor de, entre otras, "Los cañones de Navarone" y/o "Estación polar cebra"), con varias escenas excelentes, como la larga y espídica persecución por los canales de Amsterdam, donde el protagonista persigue a uno de los malvados por medio de dos motoras.
Es cierto que el ritmo de la cinta no es constante, pero cuando la violencia aparece es seca, sádica, con los momentos en los que el título del filme tiene todo su significado.
Resulta curioso también el haber elegido al protagonista, el sueco Sven-Bertil Taube. No sé el porqué, no porque sea mal actor sino porque, a bote pronto, parece no pintar mucho en principio como prota en una película británica.
El buen realizador Don Sharp parece que dirigió algunas escenas adicionales, que no sé porqué me da que fueron las mejores del film.
Un film con intriga bien llevada y momentos de verdadera tensión, que deja un buen aunque algo agrio sabor de boca. Y es que no se casa con nadie y no tiene la más mínima intención de resultar "bonita" para el espectador.

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