Wayne Kramer era el director de la magnífica The cooler. Durante el primer cuarto de hora de La prueba del crimen, lo único que hacía era pensar eso. Cuando veía tanta toma extraña, tanto efectismo barato y tanta confusión, me desconcertaba. Afortunadamente, pasan los minutos y a la historia le salen los pies y la cabeza, la dirección se desprende un poco de sus excentricidades y los personajes empiezan a tomar cuerpo. Sobreviven, sin embargo, la inverosimilitud en muchas partes de la trama, unos diálogos que parece que sólo saben transmitir fuerza y violencia diciendo "puto esto" o "puto aquello" (y no es que yo sea un repipi que se escandalice con las palabrotas, pero es que parece un "quiero ser Tarantino y no puedo") y unas interpretaciones más bien discretas.
Eso sí, La prueba del crimen es pura adrenalina, tanto que parece pasada de revoluciones, que estresa al espectador con una ristra de secuencias de acción que parece no acabar. Y es que dos horas a ese ritmo es para los duros de pelar. Muchos lo agradecerán. La película se desarrolla en 18 horas, en una noche principalmente, y parece mentira todo lo que le ocurre al pobre Paul Walker en tan poco tiempo.
En definitiva, La prueba del crimen es pura acción, cojonuda para pasar un rato, y que sabe darle al espectador lo que quiere. Tiene muchos defectos, pero no le falta nunca ritmo y sabe retorcer bien la trama sin dejar al espectador fuera de ella. Película sin complejos, que es lo que es y no engaña a nadie.