Veo esta película a casi 30 años de su estreno y lo primero que me produce es cierta nostalgia por la temporalidad perdida del intercambio epistolar de antaño, la que dejaba espacio para que las almas de cada lado de una epístola viajaran con ella sin apuro. Y así también - como pasa con las fotografías - por la caída en desuso del envío de cartas entre las personas, papeles que tanto atesorábamos y nos acompañaban toda la vida, cual recuerdo escrito o impreso de nuestras vivencias pasadas.
Hoy, las respuestas llegan antes que las preguntas. Y si bien las nuevas generaciones manejan fluidamente la vorágine de datos que pueden transmitirse con la actual tecnología digital de comunicaciones, no estoy seguro que los más jóvenes se tomen el imprescindible tiempo prudencial para saber qué responder y qué preguntar...
Cinematográficamente es una película atípica, ya que historia un vínculo de encuentro y desencuentro, en la misma medida. Cuenta para ello con una magnífica actuación de una neoyorquina Anne Bancroft, fumadora empedernida, y del otro lado del Atlántico con londinenses encabezados por un Anthony Hopkins, por entonces de mediana edad y solvente perfomance.
Es un gran mérito del director que la pasión por los libros usados de grandes autores, compartida a distancia entre ambos protagonistas, brinde cierta emoción y expectativa de un añorado encuentro físico, aunque inevitablemente la permanente ausencia de este haga que el film termine siendo algo frío.
También es meritorio haber ofrecido una película refinada en sus dichos, sus modos y los gustos de los personajes en cuestión; sobremanera entre tanto cine escatológico posterior, del que chorrean heces de la pantalla.
En cuanto a la información que brinda, además de los autores citados en las búsquedas sorprende enterarse de las privaciones alimentarias que sufrieron los ingleses en la posguerra, cosa que desconocía fuera tan dramática.

En síntesis: una película grata, interesante y llevadera que recomiendo ver.