Más que poner en tela de juicio el porque de realizar esta obra tan provocadora, por decirlo así, me pregunto ¿y porque no?. Precisamente encontré la belleza de toda esta orgia de depravación, lascivia y degeneración en su libertad, la libertad de Passolini para mostrarnos al ser humano como lo que ha sido a lo largo de la historia, para mostrarnos cuan bajo ha caído en su búsqueda de los placeres terrenales.
Jamás se hubiera podido hacer esta película en el régimen fascista al que critica con fervor, y eso es un triunfo de la humanidad, poder disfrutar de la libertad de expresión en una época de libertad como eran los años 70 tan cercana a los negros años 30. El poder realizar este ejercicio de autocritica del ser humano y sobre todo de las clases que ostentan el poder, se convierte en un sano ejercicio para la mente y el alma propias.
Quedándote tan solo con la forma, se trata claramente de una monótona historia sobre desviaciones sexuales contadas por vividas prostitutas, torturas al más puro estilo inquisitorial y vejaciones de todo tipo, donde el odio del director hacia la extrema derecha es evidente. Pero un poco más allá, el director consigue reunir en una mansión, casi todos los males endémicos de la sociedad a lo largo de los siglos, siempre relacionados con el abuso de poder y la corrupción de los “superhombres” que dominan al pueblo llano desde todos los resortes de la sociedad.
Menos provocadora de lo que me esperaba, resulta en muchos tramos un tanto monótona y obsesionada con la coprofagia, las sesiones en las que las viejas prostitutas cuentan sus historias, se hacen un tanto reiterativas y de folletín erótico barato comparadas con las brutales y explicitas depravaciones de los cuatro señores de la mansión.
Lo verdaderamente espeluznante del film, es que podía estar riéndome de lo que veía y al segundo quedarme helado de terror .