Sí, claro que me reía con Will, Carlton, Phil, Hillary... pero me gustaría resaltar una parte menos recordada de esta serie (tendrá cierto Spoiler porque son capítulos aislados) que me parece igual de válida que la comedia y que transmitía una serie de valores que destacaban bastante (resaltaban porqu,e dentro de la comedia, también se vivieron momentos muy dramáticos, y eso me impactaba mucho):

-El capítulo en el que Will recibe un disparo por salvar a Carlton de un atracador que quería robarle en un cajero. Al final del episodio, con Will en la cama, le pide un abrazo a su primo y, al dárselo, nota algo duro en su cintura. Carlton ha comprado un arma para defenderse y Will le exige que se la devuelva porque "le debe la vida". Las lágrimas de Will Smith en esa escena ponen los pelos de punta.

-Cuando padre de Will regresa y parece que su relación mejorará y recuperarán el tiempo perdido. Pero el padre vuelve a insinuar que se irá, aunque volverá y, al depedirse le dice a Will: "Adiós, hijo". Y Will le responde: "Adiós... TOM"...

-El día que meten a Carlton y Will en la cárcel por llevar un coche demasiado lujoso. Les toman por ladrones, el tío Phil va a sacarlos de allí junto con un ricachón blanco y la cara del policía cuando le dice que es su "socio de negocios" antes de liberarles.

-Cuando la tía de Will se casa con un blanco y los problemas racistas que eso acarrea en algunos miembros de la familia (como la madre de Will, que no lo acepta).

-El día que Will encuentra a un rival a su altura en un equipo de baloncesto de otro instituto y le deja ganar un partido porque este tiene un hijo y quiere que los ojeadores se fijen en él para que lo saque adelante (grande capítulo aquel).

-Muchos monólogos del tío Phil exponiendo problemas sociales, casi siempre en relación al racismo y a cuando ellos aún no era una familia de nuevos ricos.

Una serie irrepetible, divertida, con mucha vida y con la dosis justa de crítica social para no caer en el sermón. No me imagino esta serie con otros actores, todos ellos fantásticos. Mi favorito era Joseph Marcell: sólo habría la boca dos veces por capítulo para soltar frases lapidarias...