Por más películas que se hagan sobre la tenaza comunista, especialmente en los países satélite de la extinta URSS, nunca alcanzaremos a comprender hasta qué punto la vida de millones de personas quedó absolutamente rota, a merced del control exhaustivo del Estado y su terrible maquinaria. En este caso, la película nos muestra la relación de una profesora con sus alumnos en la también desaparecida Checoslovaquia. Sus manejos, sus chantajes no solicitados pero sí implícitos, a sus alumnos y a sus familias, tomando de cada uno lo que podían dar: mucho, si lo tenían (médicos, jueces); todo si no eran más que proletarios vulgares (recados, reparaciones domésticas, limpieza casera, tartas). Hasta qué punto se siente una persona capaz e impune para poder exigir a sus iguales lo que le plazca, simplemente por pertenecer a cierto escalafón del poderoso Partido Comunista. Sin llegar a la maravilla de LA VIDA DE LOS OTROS, nos encontramos con una película muy bien hecha, una actriz maravillosa (dan ganas de estrangularla, ese es el logro de Zuzana Mauréry) y, especialmente, un diseño de producción y unos decorados y vestuarios que nos llevan a la época y al lugar que nos muestran. Una película muy interesante y siempre necesaria. Que no vuelva nunca el comunismo, por favor.