Ahora mayores y después de muerta su madre, Michael y Caroline Johnson, han encontrado entre sus papeles una suerte de diario en el que estará explicado porqué su deseo de que la incineren y que sus cenizas sean arrojadas desde el puente Roseman, como igualmente ha ocurrido con las de -el para ellos desconocido-, Robert Kincaid. También en los diarios, aparecerá detallado lo ocurrido, en 1965, durante los cuatro días que duró La Feria Estatal de Illinois, a donde el padre y los hijos se fueron con el ánimo de participar con una de sus reses… y entonces, van ellos (y nosotros) a ver la suerte de madre que, en realidad, tuvieron.

Francesca Johnson, es un ama de casa de origen italiano. Está casada “desde hace mucho”, y vive ahora en un plácido lugar del condado Madison, en Iowa, EEUU, donde todavía se puede dejar la puerta abierta y permitir que los niños jueguen libremente por el campo. Sus dos hijos, Michael y Caroline, son entonces un par de adolescentes… y al poco de marcharse hacia la feria en compañía de su padre, el hado aprovechará la oportunidad de poner en juego lo que, sobre el amor, ha aprendido la buena de Francesca, haciendo que a su vida llegue un fotógrafo de la National Geographic, quien anda en busca del puente Roseman, con el propósito de hacer unas imágenes.

Lo que, con gran encanto, poderosa emotividad y un grandioso sentido de lo que es justo, va a contarnos a continuación, el actor y director Clint Eastwood, dejará una honda huella en quienes sepan entender que, lo que aparece reflejado en “LOS PUENTES DE MADISON”, es una de las más certeras lecciones de Amor, Libertad y Madurez, que pueda en esta vida provenir de una mujer.

Amor, porque Francesca sabe prodigarse, ser solidaria y es capaz de sentir a plenitud -con su cuerpo, mente y espíritu-, todo lo que de grato nos proporciona la existencia. Libertad porque sabe cuando debe hacer lo que le gusta, pero también tiene bien claro cuando, lo que le gustaría, no debe hacerse. Y madurez porque, junto a Kincaid, aprenderá pronto que, los sueños que tenemos no siempre se realizan, pero cabe alegrarse por haberlos tenido, porque de esta manera mantuvimos viva la esperanza.

Hacía tiempo que un filme no me hacía odiar tanto el teléfono, ni ver con tanta desazón a la gente que juzga por lo que supone, pero jamás por lo que comprende. Desde “Forbidden” de Frank Capra, no veía un amor tan intenso en una pareja de esas que pareciera que ya la vida no va a depararles ninguna sorpresa. Y hacía rato que no veía una escena tan poderosa emocionalmente, como la de aquella tarde de lluvia en la que, Francesca, se verá abocada a tomar la decisión más difícil de su vida.

Clint Eastwood y Meryl Streep, hacen una pareja perfecta que no interpreta sino que se mete, como en una posesión mediúmnica, en el cuerpo de sus personajes. Tan solo esa escena de la vejez de Francesca, empaña lo que estuvo muy cerca de ser una obra intachable, porque se falló en la iluminación y en los encuadres, y se hicieron muy visibles los límites de su maquillaje, con lo que se le quitó brillo a la escena. Pero, en resumidas cuentas, “LOS PUENTES DE MADISON” es uno de los filmes más románticos y adultos de los últimos tiempos.

Que bueno que la vieran todas aquellas mujeres (y por supuesto, hombres) que teniendo una familia digna, abandonaron a su pareja y a sus hijos, por la primera persona agradable que se cruzó en su camino... porque entonces, quizás entiendan que, libertad es elegir lo que es debido por encima de lo que yo quisiera.