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Luis Guillermo Cardona rating:
7
Thriller. Drama The Feds try to take down notorious American gangsters John Dillinger, Baby Face Nelson and Pretty Boy Floyd during a booming crime wave in the 1930s. No one could stop Dillinger and his gang. No jail could hold him. His charm and audacious jailbreaks endeared him to almost everyone—from his girlfriend Billie Frechette to an American public who had no sympathy for the banks that had plunged the country into the Depression. But while the ... [+]
Language of the review:
  • es
May 7, 2012
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En tiempos de crisis, los primeros que aseguran su sobrevivencia son los deshonestos, porque para ellos, el dinero no se consigue únicamente trabajando, ¡se consigue de cualquier manera! Y así, acudirán al robo, el asalto, la extorsión, la estafa, la usura, la falsificación, el secuestro, el chantaje, el desfalco, la expropiación… o el crimen si es necesario. Todo un sartal de medios con los que se tira a la caneca la dignidad, con tal de mantener el poder, el status o asegurar la sobrevivencia sin hambre y sin carencias de ningún tipo. Así funciona la mezquina y ruinosa ley del “Yo cuento y usted no cuenta”.

Durante la Gran Depresión, iniciada en el año 1929 en los EEUU –como en cualquier otra crisis económica de la historia reciente-, los bancos jugaron su particular papel: expropiaron inmisericordemente por el no pago de deudas, se quedaron con el dinero de la gente acusando falsas quiebras, y con idéntico argumento consiguieron que los gobernantes –sus mayores accionistas- les inyectaran grandes sumas de dinero en pro del manido argumento de que, de su solvencia, dependía la estabilidad económica del país (léase oligarquía).

Por todo esto, la gente llegó a tenerle una gran animadversión a los bancos y así, cuando surge John Dillinger, ese asaltante especializado en hacer abrir cajas fuertes, la gente lo acoge como a un héroe popular que los reinvindica ante los poderosos. Dillinger se hizo célebre por su presencia viril, su prontitud para asaltar un banco (un minuto y cuarenta segundos), y por su facilidad para huir de cualquier prisión donde estuviesse recluido. Pero sobre todo, el pueblo admiraba su talante dispuesto a hacer cualquier trabajo sucio lo más limpiamente posible, pues Dillinger solo mataba a servidores del Estado y siempre bajo presión, y además, respetaba sagradamente el dinero de los clientes porque solo le interesaba el de los banqueros (véase la precisa y veraz escena del primer asalto).

Aunque el filme fatiga y se viene a menos con esas pesadas tomas de cámara en mano, con esos extravagantes planos de medio labio superior hasta la frente, y con esa acción oscura donde rara vez se sabe quien dispara y los efectos ópticos son patentes, aún queda decir que Michael Mann logra un filme muy interesante como documento histórico y que, algunas escenas, además de realizadas en precisas locaciones y con una iluminación muy ajustada a la época, están hechas con la maestría de un artista cabal: El primer asalto de Dillinger; la atinada desmitificación del controvertido exdirector del FBI, J. Edgar Hoover; la detención de su novia Billie… o ese magnífico recuento de sus últimos momentos, con la película “Manhattan Melodrama” como acto premonitorio y visionario de una realidad en proceso de transformación. Faltó forma, pero siento que había profundo contenido.
Luis Guillermo Cardona
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