Variante uno: Van los alegres compañeros por el bosque (siempre es un maldito bosque) o, en los capítulos más excéntricos, una playa paradisiaca o una ciudad sin contaminación acústica, y encuentran un pokémon de los cientos y cientos que podrían encontrar (aunque si, como dicen los creadores, sustituyen a los animales, yo no me pararía en medio de un bosque para analizar a un gusano, me vais a perdonar), lo arapan o es de otra persona, conocen a alguna que otra alegre jovencita, el baboso del grupo intenta infructuosamente algo con ella, aparecen los terroristas fracasados del Team Roket, fracasan (y eso que, a pear de ser rateros, tienen más ingenio que McGivert para inventar cacharros en plena naturaleza) en su intento de capturar a algún pokémon de los protagonistas (podrían intentarlo con los salvajes, peor entonces dejarían de ser malos y no habría forma de que Pikachu ensayara el impactrueno, supongo que por eso será) y vuelan hasta salir de la atmósfera, aunque aparecerán inexplicablemente cerca de nuestros protagonistas el próximo capítulo.


Variante dos: El protagonista (un chico de diez años que nunca envejece y, con esta edad se ha convertido en un entrenador mejor que muchos que le cuadruplican la edad) lucha contra un líder de gimnasio o en la liga, tras muchas dificultades, gana el combate (aunque nuestros queridos terroristas seguramente intentarán robar los pokémon de todo quisqui, para, cómo no, fracasar)