Sylvester Stallone, bendito tú eres entre todos los púgiles, tuvo a bien regalarme esta película, es un decir, para mi 52º cumpleaños, y desde luego me ha encantado.

La disfruté, es un decir, saboreando violetas dulces, benditas sois.

Aunque hay alguna canción que me gusta, no soy fan de Joy Division, conviene reseñar, pero aquí creo que no importa demasiado, ya que este biopic se centra en su calvario sentimental, y es un biopic más negro que el carbón, es un biopic vomitado por Satán, es un biopic pegador.

Lamento lo desdibujado que está el personaje de la amante de Curtis, el principal lastre de la función para mi gusto, pero la película se resarce con una atmósfera maravillosamente contenida y sombría, unas imágenes que capturan a la perfección el via crucis de Ian, una sufridora esposa (Samantha Morton, bendita tú seas) y un protagonista verdaderamente convincente, asumiendo con un respeto y un compromiso ejemplares el rol de torturado del pobre cantante.

Podía haber sido más profunda y más redonda, desde luego.

Pero es uno de los mejores biopic de los últimos años, sin duda.