Desmadrada secuela de 1997, inferior aunque no demasiado, y donde Carpanta pierde un poco la brújula queriendo dotar de espectacularidad y de excesos a una historia que quizá hubiera funcionado sin tanta estridencia.

En concreto, la secuencia de Russell subido a una tabla de surf junto a Pedro Fundas es grotesca o maravillosa, dependerá un poco de las copas de vino que sumes, es un poco como el inefable Chinese Democracy, esa mediocridad con magnetismo, con voz.

Carpanta se la podía haber ahorrado, la verdad, pero aún le quedaba cuerda para rato, no mucha, quizá hasta que estrenó ese montón de estiércol llamado Fantasmas De Marte y se pegó el tiro de gracia en el pie.

Caimán me sacará de dudas, seguramente.

¿Es así, no, Caimán? ¿Más o menos, no?