No sabía que esperar de esta película y me ha dejado una impresión grata, pero algo decepcionante.
Y es que la historia sobre la que se desarrolla Good bye, Lenin! es cautivante desde el comienzo, con una Alemania en una etapa de bruscos cambios, en la que Alex lucha por la vida de su madre intentando aparentar que mientras ella estuvo en coma las cosas se han mantenido tal como ella las dejó y que el país que ella recuerda aún existe fuera de su habitación.

Podemos ver la agitada vida que desde ese entonces comienza este joven entre los cuidados de su madre y su trabajo, la relación con su novia y su hermana, todo esto enmarcado en el revuelo provocado por la unificación de su país y la llegada de golpe del capitalismo. Los acontecimientos ocurren de forma fluida y con gracia, los toques de humor funcionan bien, sin arrancar carcajadas, pero sí constantes sonrisas, y la banda sonora de Yann Tiersen sin ser brillante ni tan protagónica como lo pudo haber sido en Amélie, acompaña muy bien el relato y crea grandes momentos dentro de la película. De este modo el director lleva a cabo un film liviano, fácil de ver, que muestra a ratos con mucha lucidez los conflictos personales y el impacto de los cambios acontecidos en la época en la que se desarrolla la trama, sin abanderarse por uno u otro sector político.

Por otro lado, es probable que le falte contundencia en algunos momentos y la película se haga finalmente intrascendente. Da la sensación de que se termina haciendo demasiado ligera y esa falta de peso en el guión y en la dirección hacen que una buena historia termine siendo una divertida propuesta llena de buenas intenciones, pero olvidable luego de su visionado.