Como de la nada y con su característica parsimonia narrativa, Vinterberg construye una historia inquietante, poniéndonos delante de un epejo para que (con total impudicia) nos contemplemos actuando (o interactuando) como humanos en grupo.

De ésta forma, nos obliga a recordar cómo la manada en movimiento puede mandar una vida al garete mezclando, con aterrador virtuosismo, las dosis precisas de miedo, crueldad y estupidez.

Y es que ninguna otra especie terrestre lo sabe hacer tan bien.

Además, contar ésto en forma de crítica social, es algo en lo que Vinterberg tiene cierta soltura (véase la excelente "Festen").

Sin embargo, aparte de la inverosmilitud de un guión que se hunde lentamente desde el principio (¡mira qué rica, la mocosa...!), el puñetazo en la boca del estómago que pretende propinarnos el danés, se pierde en el aire en un absurdo intento de redención final que no se digiere ni con una tonelada de bicarbonato.

En resumen: interesante, aunque pudo haber sido, pero no es.