Por más que miraba y miraba no veía a Anthony Hopkins por ningún lado, parecía que fuera un concursante de Tu cara me suena que ha pasado horas transformándose físicamente y que puede imitar a la perfección los gestos y movimientos de un determinado artista.

Pero esto no vale. Por mucho que en Las Vegas los imitadores se disfracen de Elvis NUNCA serán Elvis. Porque Elvis era mucho más que un atuendo estrafalario, unas patillas o un peinado característico, Elvis era su portentosa voz, su carisma, su drama personal, su singular personalidad, su irreverencia y tantas otras cosas que lo vuelven inimitable e irrepetible. Lo mismo ocurre con Hitchcock; podrás caracterizar a la perfección a un magnífico actor y hacer que éste gesticule y hable como él, pero no tendrás más que una mera parodia sin ningún contenido. Te quedas en lo banal, en una serie de sketches que no aportan nada, tal como si ves una imitación en Tu cara me suena.

Hitchcock era un genio, uno de los mejores directores de la historia que nos dió magníficas obras, un maestro que concebía las películas como nadie y que sabía crear suspense e intriga en todo aquello que tocaba. Por supuesto que tenía luces y sombras, era excéntrico, obsesivo, bromista y cualquiera puede leer todas las anécdotas que pululan por ahí, pero no basta con sacar un par de cosas de aquí y de allá para hacer una película sobre Hitchcock. Para eso haz un buen documental y será mucho mejor.

En cualquier caso la película se deja ver. Te entretienes viendo a Hopkins imitando a Hitchcock, a Scarlett Johansson imitando a Janet Leigh y viendo cómo se recrea el rodaje de esa gran película llamada Psicosis. Si se titulase “El rodaje de Psicosis”, y no nos intentasen vender la vida de Hitchcock, todavía tendría un pase, pero por desgracia no es así.