O yo me he vuelto más listo o las gracietas de Sparrow y compañía, más tontas (sin alcanzar la tontería que llevaba encima la segunda entrega).

O yo me he vuelto menos flipado, o a esta cuarta entrega le falta un poquitín de espectacularidad.

O yo veo mal, o el capitán Barbosa es más feo.

Pues eso. Que a la de cuatro se empiezan a notar ciertas cosas, y que a pesar de que esta Piratas del Caribe sea sobradamente divertida, juguetona como siempre y considerablemente bien urdida, es la repetición de una fórmula que da mucho dinero, pero que en su sexta entrega o por ahí, perderá todo, todo el crédito de la crítica.

Buena en todo lo bueno que buenamente se podía esperar, pero algo insípida.

Y colleja para las fuerzas del orden más inútiles y ridículas de la historia del cine que servidor ha visto. Los soldados ¿británicos? se chocan entre ellos como punkis en un concierto, pero cayéndose más. Y también dejan las armas en cualquier parte porque sí. Como algunos punkis también, que lo hacen obligados y antes de entrar al concierto.