Hay películas sobre las que decir algo después de que terminen parece herejía. Es como si fuese pecado romper esa sensación de grandeza, de hiperreflexión filosófica, que deja su final en el aire.

Yo soy muy valiente, pero la verdad es que el fálico final de Symbol deja a uno con cara de tonto, o de Hitoshi Matsumoto. A nosotros nos parecerá que, metido en la piel de un personaje tan anónimo como retrasado mental, se pasa la película haciendo el gilipollas, pero allá lo nominaron a los Asian Film Awards. Toma ya. De toda Asia. Y eso que es un comediante, según la Wikipedia, dato que a mí me hace imaginarlo como el homólogo de Santiago Segura, o Flo. Y a esos no me los imagino nominados a nada.

También seguramente influirá que se dedique al negocio de la risa que en su tierra natal le vean la gracia completa a su cosa (Symbol).

Tal cosa, no obstante, es un experimento digno, con (muchos) cojones. Más que hipnotizar, idiotiza; pero a efectos prácticos, la hora y media delante de la tele se pasa igual. Eso sí, en los 90 minutos hay que contar con tics inevitables del cine de autor. Por ejemplo, si un personaje se viste, tú te tienes que tragar cómo se pone cada una de sus prendas con total calma; si come, asistes impasible al espectáculo de su alimentación; o si un coche se ve avanzar a lo lejos, tú tienes que ver el trayecto íntegro que recorre desde la lontananza hasta la cámara misma (vale, en ese caso le di al x16).

Cosas así (y ya no hablo de cuando a Matsumoto se le va la olla y mete viñetas de cómic). De ahí el ilusorio alargamiento del metraje, digo yo. Ilusorio y perdonable, porque a parte de pasarte embobado tres cuartos de la peli, te ríes.

Y después de todo llega lo trascendental, el tramo último, tan sorprendente como el resto, pero espectacular además. Un poquito sobrecogedor incluso, hasta que se hace repetitivo.

Narre la película el nacimiento de un Dios o el sueño húmedo de un pederasta, sea una metáfora aleccionadora o una paja mental, le vayas a dar un uno o un diez, es recomendable, del todo.