Los que llevamos ya años viendo cine, y conocíamos a Mickey Rourke, es inevitable que mientras vemos esta película, no nos recuerde en cierta manera a la propia vida del protagonista.

Si nos vamos a mediados de los 80... este tío era un sex-symbol y más aún después de las torridas escenas que se marcó con la Basinger. Una carrera sin límites, sin tope y de la mañana a la noche, se le cruza el cable del polo positivo, con el que hace masa y ¡¡¡ pummmm !!!! el muchacho le da por ir cuesta abajo y sin freno, y lo peor de todo, sin motivo aparente. Le da por boxear, un sueño de su niñez. Cosechando fracaso tras fracaso, y dejándole un rostro tan desfigurado, que ha tenido que pasar varias veces por el quirófano. A la vista está.

En resumen, que esta peli le ha servido para sacar la cabeza del agujero. A mi personalmente el Rourke... no me llena, me parece siempre que sobreactúa de forma exagerada, así que no soy nada imparcial en mis comentarios. Yo ahora cuando lo miro, se me parece a La Veneno, con esos labios tan artificiales. Por lo demás me ha sorprendido lo bella que sigue estando la Tomei y sobretodo el papel que encarna. Esa stripper entre la espada y la pared, sin decidir si continuar bailando o encontrar al verdadero amor de su vida.

Como carga dramática merece una muy buena nota el director, el proceso de pasar de tenerlo todo y siempre rodeado de gente, a verte sin casi nada y más solo que la una. Incluso ganándote la antipatía de tu propia familia. Ese descenso a los infiernos en la pantalla, ha quedado muy bien.

Aún así, es una peli muy recomendable.