El cine francés de está definitivamente de moda. Ya sé que la película que ahora comento es de producción canadiense, del Quebec para ser exactos, pero al estar hecha lógicamente en francés, tiene todo “l’air”, como dirían en la lengua de Molière, del país vecino. Y no solo es cuestión de lengua, es también la ambientación, los diálogos, la acción supeditada a los personajes y no viceversa, como tantas veces estamos acostumbrados en el cine moderno que se estrena en pantalla grande.

Sería muy fácil comparar esta película con la francesa de hace pocos años “La clase”. Ambas se desarrollan en el reducido espacio físico de un aula, con unos adolescentes en conflicto consigo mismos y con la sociedad a la que pretenden incorporarse, y un profesor, venido de otra cultura, que intermedia entre ellos y esa sociedad que pretenden cambiar, porque les parece inasumible; sin embargo dicho esto, las diferencias son más que notables.

“Profesor Lazhar” es un film mucho más intimista que social, aunque el drama del profesor argelino huyendo del terrorismo de Estado de su país le pueda conferir una pizca de obra cinematográfica de reivindicación social. A diferencia de la película francesa, el film quebequés tiene una menor pesadez argumental, quizás porque se preocupa más de los personajes y no de una situación de denuncia que paralizaba en parte el avance dramático del film francés, “La clase”. Por otra parte, sería conveniente indicar que el título original es más fiel a la realidad que se cuenta que el traducido, a pesar de parecer tan solo cuestión de un matiz.

En “Profesor Lazhar” la historia gira en torno a una profesora joven, atractiva, e implicada con sus alumnos que un día decide suicidarse en su clase, en la hora del recreo. No sabemos la razón que le ha llevado a tal extremo. También ignoramos muchas cosas de ese misterioso profesor argelino, de métodos tradicionales, que viene a substituirla, más allá de la muerte de su mujer. La película parte de una gran elipsis, mejor dicho de dos, y se desarrolla como un queso gruyer lleno de agujeros que nos obliga como espectadores a ir rellenándolos, por lo que no es un largometraje fácil de digerir. Es, en definitiva, una reflexión sobre la vida y el sentido de la vida, sobre un duelo compartido entre profesor y alumnos que escapa a cualquier pregunta porque tal vez sobren las respuestas.