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Poland Poland · Suena Wagner y tengo ganas de invadir
Normelvis Bates rating:
7
Drama. Romance Clark Gable, William Powell, and Myrna Loy star in this aptly titled film about best friends who end up on opposite sides of the law and fall in love with the same woman. Young Blackie Gallagher (Mickey Rooney) and Jim Wade are orphaned at the same time and adopted by the same father, but they have very different aspirations. Diligent Wade (Powell) grows up to become the local district attorney, while dashing Blackie (Gable) runs a gambling joint.  [+]
Language of the review:
  • es
October 7, 2009
23 of 24 users found this review helpful
La última peli que vio John Dillinger antes de que el FBI lo friera a balazos a las puertas del Biograph Theater de Chicago no es, como su oportunista título en castellano podría hacernos creer, una historia de gangsters en la línea de “Scarface” o “Los violentos años veinte” (el original, “Manhattan Melodrama”, se ajusta mucho más a su contenido), sino un algo esquemático y deslabazado combinado de drama con ribetes folletinescos (huerfanitos, curas redentores y demás), comedia romántica e intriga criminal, bastante maltratado por el tiempo y cuya principal dolencia reside, precisamente, en la indefinición del tono empleado por el competente pero algo anodino Van Dyke en su narración. Y es que del mismo modo que buena parte del cine actual tiende a convertir cualquier asunto, por nimio que sea, en una “tragedia griega”, con todo lo que ello, al menos según sus autores, conlleva (argumentos epilépticos, música estridente, sobreactuación histérica), algunos directores de los años 30 eran especialistas en justo todo lo contrario: pulían las aristas del guión, por desaforado que este fuera, enfundaban a los protagonistas en un bonito smoking, ponían en sus manos un dry-martini y en sus bocas ingeniosas y chispeantes frases, y todas las desgracias del mundo parecían de este modo simples inconvenientes, no más fastidiosos que un charco en la acera o una chinita en el zapato, que no pudieran resolverse con algo de conversación civilizada y bien macerada en alcohol.
A Van Dyke la cosa le salió más que bien en la deliciosa serie de pelis de “El hombre delgado”, también con Powell y Loy, en que mezclaba con gran habilidad la intriga detectivesca con la comedia sofisticada, pero aquí..., no sé, algo no cuadra. El ritmo es ágil y los diálogos no están nada mal, se notan la profesionalidad de su director y la mano de Mankiewicz en el guión, pero falta energía en las escenas supuestamente más tensas y sobra envaramiento en las que tendrían que ser más ligeras y desenfadadas. La cosa entretiene sin más, pero apenas deja huella. Da la impresión de que las piezas no acaban de estar bien ensambladas. No ayuda, desde luego, la moralina que empapa la historia y condiciona negativamente tanto la construcción de unos personajes algo acartonados, que se sostienen tan solo en el enorme carisma de su extraordinario e irrepetible trío protagonista, como una trama pensada únicamente como un vehículo para la consabida y falaz tesis de que el mal no compensa y el bien siempre triunfa, que tiene su clímax en el alegato de Powell ante el jurado y las escenas finales en la penitenciaría, tal vez las más logradas de la película, y que aspiraría a ser, me imagino, el mensaje oficial de la sociedad americana de época ante el crimen organizado. Un mensaje, por cierto, que Dillinger pilló a la primera. Vaya si lo hizo.
Normelvis Bates
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