No se ve mucho cine Rumano en las carteleras, más bien ninguno. De hecho solo recuerdo "4 meses, 3 semanas, 2 días" (Cristian Mungiu, 2007), un fresco estremecedor sobre el aborto clandestino. En el caso de "Loverboy", un título cargado de sarcasmo, el tema es la prostitución de jóvenes sin futuro, captadas para el negocio a través del amor. La película está rodada en exteriores del país, con una sobriedad que le da un aire documental. El ritmo es lento, con planos largos a veces, y diálogos reducidos a conversaciones triviales. En todo momento se consigue mantener la naturalidad y las situaciones resultan creíbles, de ahí que se llegue a conmover al espectador. El argumento es simple y previsible. Aunque no se habla directamente del asunto principal, se va deduciendo de las escenas y situaciones en que los colegas del protagonista se reúnen con él. El desenlace, no por esperado es menos terrible. Los actores desarrollan sus papeles con eficacia. No me resisto a comparar, aún con el riesgo que esto entraña, con el cine social de los hermanos Dardenne trasladado al Este de Europa.