Escalofrío pero con K en plan Bakala. O sea, "Eskalofrío". La película trata de ser juvenil y ochentera pero se queda en un intento deslucido con más buena voluntad que talento. No hace falta ser un gafapasta para darse cuenta que no carbura. Para mí que nunca encuentra el tono entre el terror, el thriller y la comedia adolescente, con el agravante de que a veces parece que asistimos a algo cercano a la parodia. La ambientación rural es correcta, incluso la trama al principio te despierta interés aunque te preguntas si alguna vez mostrarán el bicho que puebla este bosque norteño. Finalmente sí sale pero el monstruo no es tal y además, no tiene dos tortas. Avisados estáis. Pienso, como suele pasar, que si hubiera sido de época y un poco más seria, hubiera quedado mejor.

Y ahora vayamos al único motivo para ver "Eskalofrío", eso sí, un buen motivo: la guapísima Blanca Suárez, si bien sale poco en un personaje que no pinta nada salvo ser la chica del héroe. Por cierto, ¿Por qué no se trabajan un poco más las relaciones afectivas? Llega un chico corriente a un pueblo perdido, se encuentra con Blanca y sin que le dirija la palabra, ni haga nada especial, va ella y le da su teléfono, le dice que la llame para quedar, le acosa y hasta... ¡Venga ya! Pero vayamos a su piercing en el labio. Ella ya confesó que estaba un poco enganchada hasta el punto que llegó a tener unos diez a lo largo de su cuerpo serrano. Luego se desprendió de los más llamativos, incluido éste, pero conserva otros más discretos como en el ombligo, lo cual es todo un acierto.