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Reaccionario rating:
3
Comedy Lloyd Fellowes is the director of a theatre company. He's desperately trying to get his production together, despite the best efforts of the cast, the crew, and Lady Luck. We follow the production from final rehersals, through opening night, and onto the tour: as with any group of actors forced to work closely together for any great length of time, romances and arguments are bound to break out. Quite often, what's happening on stage is ... [+]
Language of the review:
  • es
October 14, 2022
1 of 9 users found this review helpful
Mira que ayer mismo alabé el cine de los "ochenta largos", que incluye parte de los años setenta y casi toda la década de los noventa, y resulta que con esta película me encuentro con una castaña. Pero claro, las reglas tienen sus excepciones y no todo lo que se rodaba hace unos lustros debe ser necesariamente bueno. "¡Qué ruina de función!" no lo es evidentemente y da un poco de rabia porque tiene varios elementos para que se hubiera vuelto desternillante. De hecho, te acaba arrancando unas risas, tres o cuatro, no creáis que más, sobre todo en su recta final en un claro ejemplo de ir de menos a más con lo que te termina dejando un sabor de boca regular. Pero el primer acto es horrible y aunque luego mejora algo, nunca consigue levantar mínimamente el vuelo. Con razón fue un rotundo fracaso en taquilla en aquel 1992, recaudando unas seis veces menos de lo que costó.

Pues bien, entonces, ¿cuáles son los errores de "¡Qué ruina de función!"? Para empezar, que la adaptación de la obra de teatro en la que se basa se me antoja demasiado literal, un corta y pega que no ayuda en absoluto a meterte en ambiente. Por ejemplo, en vez de empezar a saco, hubiera sido mucho mejor que se presentara la obra en sí, a los personajes y situaciones, por ejemplo, en una lectura de guión común. Así nos hubiéramos ahorrado de paso el espantoso primer tercio de la función. Más grave aún es que Peter Bogdanovich no deja de pisar el acelerador a costa de todo lo demás y el resultado es un trabajo demasiado atropellado y mareante, que depende de una verborrea continúa y poco natural, y encima, muy tonto. A esta obra le hace falta mucha más pausa, más jugar con las propias situaciones que realmente invitan a ello, más gestualidad y más inteligencia.
Reaccionario
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