Cuando una película de terror lo que consigue es hacerte reír, mal vamos. Pero empecemos por el principio. "Winchester: La casa que construyeron los espíritus" es un trabajo inspirado en un hecho real que para los amantes de los sucesos extraños no nos es desconocido: la existencia de la mansión Winchester, una de las casas más extrañas del mundo, construida durante 38 años, entre 1884 y 1922, por la viuda del mencionado Winchester, Sarah Winchester (Helen Mirren), creador de los fusiles Winchester. Resulta que la pobre señora se cree perseguida por los espíritus de las personas muertas por las armas fabricadas por su difunto y se pone a construir una casa de lo más estrambótica en San José (California) para despistarlos. Una historia muy atrayente pero que así tal cual tampoco tiene mucho recorrido cinematográfico. Sí, la mansión es rarísima pero ¿qué más?

Así que llegan los hermanos y gemelos Spierig para rellenar ese "¿qué más?" pero lo que nos ofrecen es una patochada llena de clichés cien veces vistos en este tipo de género. La película tiene su mejor baza en el diseño de producción, la ambientación está muy cuidada, pero desde la presentación de personajes a la motivación del estúpido fantasma, es que realmente lo es, pasando por el errático comportamiento del doctor Price (Jason Clarke), ¿de quién se esconde al principio?, o de la madre del niño, ¿por qué ignora todas las anomalías de su hijo?, "Winchester" no da pie con bolo. No es que no consiga asustarse, que por supuesto, sino que se muestra tan obvia en su desfile de sustitos, tan obtusa en la supuesta investigación y tan pasada de rosca en su recta final que te acaba dando la risa. Al final, lo que da más miedo es la foto real de la señora Winchester. (SPOILER).