Me pregunto que por qué lo que planea Nino (Héctor Alterio) con su mujer, Norma (Norma Aleandro), no lo han hecho antes, en 44 años que llevan juntos. Porque ahora me temo que lo que hacen no tiene ninguna validez, estoy de acuerdo con la Iglesia. Claro, Nino se siente culpable y quiere lavar su error con una pantomima en la que una de las partes ni siquiera es consciente de lo que pasa. Pues no cuela. Yo sólo esperaba que en un momento de lucidez ella lo mandara a paseo, lo mismo que debiera hacer Naty (Natalia Verbeke) con Rafael (Ricardo Darín). Ni romántico ni leches, merengue al por mayor que causa primero irritación y luego empacho.

De acuerdo, el protagonista es Rafael y no su padre pero es que tampoco su personaje me llega. Su historia no es que esté mal pero con ella no se justifica cómo es, lo que hace y por qué, ni de que modo rectifica. Las cosas suceden sin mucha lógica pero sí lentitud, sin profundizar en nada, revoloteando entre una maraña de anécdotas, personajes y diálogos que me cuesta seguir (¿soy el único que no entiende bien el argentino?) hasta que el guionista decide qué es lo importante y les hace seguir por ahí. "El hijo de la novia" abarca mucho, pero se pierde entre lo existencial y lo romántico. Sólo me queda por decir: Natalia, guapa, vente para España.