Muchas veces un solo personaje puede levantar toda una película. Y en el caso de "Buscando a Dory", su protagonista olvidadiza es un claro exponente de ello. Mientras que la película puede sentirse rutinaria y falta de emoción en su arranque y primera mitad, Dory está monumental en todo momento y es quien te conduce por el camino de obstáculos hasta dar con sus padres. Sus problemas de memoria a corto plazo son tan tiernos como tristes, haciéndola compleja y profundizando realmente en cómo ha de sentirse alguien con semejantes problemas. Por suerte para la propia película, la misma se ampara en ella, lo que la hace salir a flote y resultar de decente para arriba.
El guión no posee el brío de la predecesora ("Buscando a Nemo", aquí con Nemo y su padre ejerciendo de secundarios de lujo), pero tampoco encuentra realmente conexión interesante y emocional verdadera con el espectador hasta su segunda mitad y su emocionante (y muy divertida) recta final. No obstante, su ritmo permite que se vea con facilidad.
La factura técnica es impresionante.
Los personajes son carismáticos y ensalzan la película cuando ésta más lo necesita (casi en todo momento en su primera mitad). Además de la inolvidable (para nosotros) Dory, el resto de personajes caen geniales.
"Buscando a Dory" no es un gran paso adelante, ni la nueva joya de la animación, pero sí es una buena secuela y un buen entretenimiento que se apoya con acierto en una protagonista con muchos matices que aportan una dimensión emocional que hace mucho bien a una cinta que, aún sin demasiado pulso, logra ser decente de largo.