En Hannah y sus hermanas Woody Allen vuelve a mostrar los temas que le obsesionan de la mano de unos personajes profundos y bien construidos. Se trata de un deliciosa comedia con tintes dramáticos en la que Allen habla de temas tan característicos en su filmografía como el miedo a la muerte, el sentido de la vida, la religión, el sexo, el arte o las relaciones humanas. El guión construye una historia que va más allá de una mera comedia de enredo y muestra unos personajes atormentados en manos de unos actores soberbios que saben sacarles todo su jugo.

Por un lado tenemos a Mia Farrow, que encarna a Hannah, una artista brillante e inteligente que ha renunciado a su carrera para dedicar más tiempo a su familia. Es la mayor de tres hermanas, la más sensata y fuerte de la familia. Está casada con un exitoso hombre de negocios, Michael Caine, que se siente atraído por la hermana más atractiva de su mujer Barbara Hershey. Hershey es una mujer de oscuro pasado que convive con un hombre culto e inteligente, un artista que ha dado la espalda al mundo y vive encerrado en sí mismo. También ella se siente atraída por el marido de su hermana e inicia un romance con él separándose de su pareja. Y por otro lado está la hermana díscola de la familia, Dianne West, una artista sin talento que trata de organizar su vida después de varios fracasos. Una persona joven e inestable que acaba conociendo a un realizador televisivo neurótico y pesimista interpretado por Woody Allen.

Un argumento sugestivo con el que el genio neoyorkino vuelve a sorprendernos logrando una de las mejores películas de los ochenta ganadora de tres oscars.