Sorprendente película australiana, injustamente perdida en el olvido, sobre la vida del pianista David Helfgott, niño prodigio estrujado hasta el abuso por su padre.

Aunque ‘Shine’ no brilla, valga la redundancia, como la magistral ‘Amadeus’ (Milos Forman, 1984), la película de Scott Hicks resplandece por si misma, en parte gracias a la radiante interpretación de Geoffrey Rush quien, todo hay que decirlo, está muy bien arropado por el resto del reparto (especialmente Rafalowicz, Mueller-Stahl y Noah Taylor).

Sin relucir tampoco como ‘Amor Inmortal’ (Bernard Rose, 1994) si supera en emotividad a otros filmes semejantes y alcanza destellos como los que emocionaron en ‘Billy Elliot’ (Stephen Daldry, 2000). En cualquier caso, lo verdaderamente brillante de la cinta es el conmovedor trabajo de Rush (merecido Óscar) y, como no podría ser de otra forma, la música. En contra de lo que se ha dicho a menudo, la película no cuenta con composiciones de Mozart, lo que no impide que Chopin, Schumann, Paganini, Liszt, Vivaldi, Beethoven y, por supuesto, Rachmaninoff, acompañen con fulgor al propio Helfgott en lo que bien podría haberse titulado ‘La Pasión de David’: su particular vía crucis hasta la admiración final del genio y el triunfo de los corazones nobles.