“La cueva” pertenece a ese género de terror en el que el típico grupo de inconscientes toman la decisión de meterse en la boca del lobo para vivir una experiencia inolvidable que, por lo general, le cuesta la vida a todos o a muchos de ellos. Su valor comercial añadido para el público español radica en un factor de proximidad por localizar la acción en Mallorca y su gran mérito es ser capaz de encontrar una serie de circunstancias argumentales afortunadas bajo las que el hecho de que los descerebrados acaben de lleno en el infierno no es tan descabellada como suele ser habitual.

La verdad es que teniendo en cuenta el nombre de la película (“La cueva”) cualquier lector medianamente avispado debería reconocer por dónde van los tiros sin miedo a caer en el spolier, pero bueno, las normas son las normas, así que intentaré explicarlo con un ejemplo. Supongamos que cinco chavales pasean por el bosque y llegan a un claro donde se alza una mansión. El listo, que siempre lo hay, aclara que se trata de la mansión encantada de los misterios donde hace poco desaparecieron varios grupos, alguno de ellos, casualmente, como el suyo. El cabecilla, que también lo hay siempre, propone inevitablemente entrar a curiosear y lo más seguro es que terminen tomando decisiones poco meditadas que conducen al desastre. Pues ese punto, que es donde la mayoría de las películas similares pierden gran parte de su credibilidad, “La cueva” lo resuelve bastante bien, de modo que los motivos por los que los chavales entran en la cuev… digo… en la mansión, son bastante creíbles. Por una vez.

Luego la película no da mucho más de sí. Y no maneja bien el ritmo porque los protagonistas empiezan con sus comportamientos erráticos de manera apresurada, forzando la marcha para que empiece el turrón cuanto antes y entrar en los habituales juegos psicológicos y de supervivencia que, a los diez minutos, no escapan a una previsibilidad casi infantil. Además elige como medio narrativo el de la típica cinta de video grabada por los figuras - algo que sólo habremos visto en unos pocos cientos de imitaciones del proyecto de la Bruja de Blair - por lo que termina contando lo esperado de una forma ya conocida y llamando a gritos al aburrimiento.

Para ser una película de terror psicológico de chavales inconscientes tiene cierta dignidad. Y si se quiere poner en valor el resultado en relación a la inversión, pues vale, se perciben maneras. Pero analizada seriamente, no vale ni mucho menos la pena.