Sam y su esposa son un matrimonio joven, apurado por las deudas que pelean con el banco para que no les quiten la casa. Un día tienen un golpe de fortuna y, literalmente, les llueve del cielo más dinero del que podrían gastar… lo que les hace soñar con llevar la vida que siempre han querido. El sueño toca a su fin cuando se presenta a su puerta un mafioso reclamando “su” dinero.

Vista en su globalidad, “Cash” es una película superficial que entretiene por su endiablado ritmo. Alegre y con desparpajo, al principio, siniestra y desalmada al final... pero entretenida en todo momento ya que está narrada ágilmente, sin artificios, con mucha naturalidad, sin psicologías: los personajes hacen lo que hacen, todo está muy claro y a partir de ahí nos caen mejor unos, otros o todos según aprobemos o desaprobemos sus conductas. Es muy fácil de seguir y de involucrarse en una historia que, al contrario de ciertas corrientes actuales, no invita al espectador a reflexionar, tomar partido y profundizar en la propuesta… sino simplemente asistir de espectador, ver lo que hacen los actores, mantenerles intrigados a ver como termina (ver aunque sólo sea para ver si Sean Bean, ese spolier con patas que muere siempre, mantiene la racha) y pasar a otra cosa.