Veo “Los pitufos” y tengo que reconocer que es una buena película infantil y familiar, la que te asegura que los niños pasen un buen rato en la sala del cine o que la chavalería se eche unas risas una tarde en el salón de casa. Y, a lo mejor, según el momento y las circunstancias, no sólo los niños porque, en conjunto, la película está bien hecha: la trama es algo genérica pero discurre con fluidez y se percibe que se ha trabajado en pulir los hitos argumentales más complicados para tratar de hacer las cosas lo más consistentes posibles o, como mínimo, menos simplonas. En otras palabras, donde en muchas producciones las tramas dan piruetas «porque sí» o «porque lo hizo un mago», en “Los pitufos” tratan de dar una base a todo.

Unimos a eso que los pitufos digitales son creíbles y se integran bien en una acción real plagada de chistes sencillos y un humor blando de confusiones y porrazos, con actores de carne y hueso de los que se sienten cómodos en segundo plano aportando buen rollo con buena cara cuando se les pide y el resultado es una película que debería resultar interesante para cualquier niño y, en general, aseada para cualquier adulto.

O, por lo menos, a cualquier adulto que no hubiera conocido los tebeos de los pitufos en su infancia y pueda sentir que estos pitufos están muy bien, «pero no son mis pitufos». Una adaptación más respetuosa hubiese mantenido las aventuras dentro del entorno canónico del bosque mágico y el poblado pitufo con casas de seta. Hubiese buscado la forma de hacer entrar en acción a los más de cien pitufos con personalidad propia pensados por Peyo y, en caso de requerir conflicto, ahí estaban Gargamel y Azrael. Y eso que los bichos azules son entrañables por naturaleza y se bastan y sobran para elaborar tramas interesantes, que yo he visto historietas de los pitufos con aventuras protagonizadas exclusivamente por ellos mismos, sin necesidad de elementos externos. “Los pitufos”, la película, ha ido a lo seguro, a meter a un reducido, muy reducido, subconjunto de personajes, los más reconocibles y que menos presentación necesitan, a interactuar con humanos en plan “La ciudad no es para mí” y dejar que los chascarrillos se hagan solos. Suficiente para una película agradable pero tomar el camino fácil deja mucha de la esencia original por el camino y se me hace algo insulsa.