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Spain Spain · Barcelona
Eduardo rating:
6
Drama Paterson (Adam Driver) is a bus driver in the city of Paterson, New Jersey - they share the name. Every day, Paterson adheres to a simple routine: he drives his daily route, observing the city as it drifts across his windshield and overhearing fragments of conversation swirling around him; he writes poetry into a notebook; he walks his dog; he stops in a bar and drinks exactly one beer. He goes home to his wife, Laura (Golshifteh ... [+]
Language of the review:
  • es
November 9, 2017
2 of 3 users found this review helpful
Paterson es plácidamente aburrida. O, si lo preferís, aburridamente plácida. Habla, en voz muy baja, de gente anodina. Algo tontaina. Pero buena gente, al fin y al cabo. Vidas anodinas, paisajes anodinos, acontecimientos anodinos, vivencias anodinas. El hecho de que al final te muestres misericordioso es el toque Jarmusch, ese surrealismo casi solapado que salva ín extremis sus películas menos apasionantes. Hay pinceladas distribuidas a lo largo del metraje que elevan el tono y predisponen a la sonrisa. Hay un perro que... Menudo hijo de puta. Hay cierta obsesión con los gemelos que... Hay una niña poeta que... Hay un japonés que... Pequeñas cosas, pequeños detalles, pequeñas notas a pie de página.
La película abarca una semana, de lunes a lunes, de la vida de Paterson, un conductor de autobús que vive en Paterson, Nueva Jersey, población a la que el famoso poeta William Carlos Williams dedicó un mítico libro. Ah, y es la patria de Lou Costello, otro toque surrealista colateral. Al igual que su admirado poeta, Paterson también escribe poemas, que consigna en una libreta cada día. Porque Paterson vive de espaldas a los inventos modernos. No tiene ordenador, ni móvil, ni tableta, nada. Vive con Laura, como la musa de Petrarca, una joven soñadora que aspira a triunfar con sus cupcakes y se pasa el día pintando de blanco y negro la casa y los objetos que contiene. Cada día es monótonamente igual en la vida de Paterson, hombre de rituales repetidos con obsesiva dedicación. Y así, con esa monotonía y pachorra, nos cuenta Jarmusch la historia de este hombre anodino y de su anodina existencia. En manos de otro realizador, creo que me habría salido del cine a la mitad de la proyección, pero Jarmusch siempre consigue que continúe sentado, aunque a veces me remueva en la butaca. Porque ama a sus personajes, y esto se nota en pequeños detalles, ínfimos gestos, frases pronunciadas como al azar. Te guste o no, Jarmusch es un realizador con un universo propio, con un estilo definido y unos resultados no siempre redondos. Pero es un poeta de personalidad muy acentuada, y siempre vale la pena volver a él. Incluso con Paterson.
Eduardo
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