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Spain Spain · Barcelona
Eduardo rating:
1
Language of the review:
  • es
December 14, 2016
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En la carátula del DVD reza: El gigante de la isla misteriosa, un hercúleo alarde de imaginación por parte de la distribuidora, llamada, no os lo perdáis, "La Casa del Cine para Todos". Vaya risa. De modo que el título de mi crítica, más que un spoiler, es un aviso: cuidadito con lo que hacéis.
En fin, que llega el científico que no falta nunca en estas películas, acompañado de su hijita de buen ver, dedicada a las labores propias de su sexo, o sea, cocinar y lavar platos, al poblacho de turno, habitado por votantes de Trump, con la peregrina intención de demostrar que los blancos ya estaban allí antes que los indios. El sheriff, hosco y desconfiado, le advierte que no vaya al cementerio indio, pero él, en compañía de otro científico del pueblo, que anda loco tras el culo de la chica, no le hace ni caso. Entonces resulta que un rayo resucita a un conquistador español gigante, que estaba enterrado bajo unas ramitas, y se arma un cirio...
No sé lo que es peor de esta cinta llegada de tiempos remotos: si el guión, por llamarlo de alguna manera, hilvanado con frases que harían sonrojar a un niño de parvulario, los efectos especiales de falla valenciana, con maquillaje de ¡Jack P. Pierce!, anunciado en letras grandes, los irrisorios decorados que semejan ser el cementerio de los pieles rojas, las nefastas interpretaciones de gente que jamás debió dedicarse a esta profesión, incluido el venerable Morris Ankrum, con 276 créditos a sus espaldas (tenía que haberse dedicado a la abogacía, la carrera en la que se licenció), o los grotescos intentos de Richard E. Cunha por organizar algo mínimamente coherente (no contento con eso, se ocupó también de la fotografía). Cunha logró dirigir seis películas antes de que lo enviaran a freír espárragos. Después, abrió una tienda de alquiler de videos, algo más apropiado para sus habilidades. Autor de las terribles Frankenstein's Daughter y Missile to the Moon, su nombre ha quedado grabado a fuego en la memoria de los aficionados. Que Dios, o quien sea, le perdone por sus atrocidades.
Eduardo
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