Amén de constante estajanovista en todo tipo de series televisivas, Reginald Le Borg, uno de tantos emigrados a Hollywood desde Europa Central, se movió siempre en los parámetros del cine de género, rozando la serie Z. Sus películas eran breves, sintéticas y malas, y gustaba de juguetear con el terror y la SF. Todas estas características se dan cita en The Black Sleep: breve, sintética y mala. Cuenta, no obstante, con un reparto de campanillas: Basil Rathbone, sobrio y comedido, alzándose sobre la mediocridad aplastante de la cinta; Akim Tamiroff, el viejo zorro que se las sabía todas, brillante como de costumbre; Lon Chaney Jr., mudo, por fortuna, grotesco en su mejor tradición; Bela Lugosi, mudo también, recién superada su adicción a la heroína y a las puertas de la muerte; y last but not the least, John Carradine, en una breve aparición que consiguió arrancarme carcajadas estentóreas. Debería citar también al monstruoso (en todos los conceptos) Tor Johnson, habitual de Ed Wood. La cinta descarrila en su último tercio, cuando las situaciones se aceleran y empieza a surgir el ejército de "criaturas" creado por el doctor Cadman al manipular su cerebro, en busca de una curación para el tumor cerebral que padece su esposa. Es entonces cuando se impone el cartón-piedra, la mamarrachada y el esperpento. Les Baxter aporta una banda sonora abundante en trémolos y cuerdas, Gordon Avil imprime toques góticos a su bonita fotografía en B/N, pero el desastre de decorados, maquillaje y guión pedestre no tiene remedio. Por supuesto, de visión obligatoria para amantes del género y de los actores que desfilan por la pantalla con la lección aprendida de antemano.