Para este film se juntaron las dos grandes luminarias del neorrealismo, Vittorio De Sica en la dirección y Cesare Zavattini como guionista. Está claro que habían dejado atrás sus años de ambición cinematográfica y se rindieron ante el fajo de dólares de Joseph Levine, el avispado productor estadounidense, lo cual les facilitó un elenco de campanillas... para nada. De hecho, la película es un homenaje a Shirley MacLaine, esa chica con cara de putita que arrasó en las pantallas desde Pero ¿quién mató a Harry? hasta Sweet Charity/Noches en la ciudad. Decir que está insufrible es poco. Da grima, pone de los nervios, te atosiga con mohines, caídas de ojos, sonrisitas tontas... Claro que el guión no tiene salvación. Puestos a salvar algún episodio, votaría por el último, donde se acumulan Anita Ekberg con un chirimbolo en la cabeza, Michael Caine (que no pronuncia ni una palabra) y Philippe Noiret, que ya apuntaba maneras de marido cornudo. Es curioso que Vittorio Gassman, protagonista de uno de los sketches, no salga en los títulos de crédito. ¿Ordenaría borrar su nombre al ver la magnitud del estropicio? Lo mejor: la banda sonora de Riz Ortolani, ágil, divertida, melódica, muy años 60.