Mientras avanza "Rufianes y tramposos" por el desierto del norte de África, es imposible no acordarse de "Cien mil dólares al sol", realizada veinte años atrás por Verneuil y también protagonizada por Belmondo. Pasan veinte años entre las dos películas y habrá más colaboraciones entre ambos, pero las similitudes entre los dos títulos va más allá de los dos nombres propios porque además de repetir escenario también existe una sincronía en la motivación del personaje protagonista, que no es otra cosa que enriquecerse.

Hay más puntos en común entre las dos (aunque encuentro personalmente que la película realizada veinte años atrás es superior, y aquí debería acabar ya con las comparaciones), pero lo que importa realmente para el espectador en "Rufianes y tramposos" es la buena mezcla entre ritmo y humor. Del ritmo y el entretenimiento nadie debería objetar nada, es una película hecha para gozar, sin más. De su humor tal vez ya sí puede quedar algún espectador insatisfecho. Es la guerra, estamos en pleno movimiento de líneas y cada día puede ser el último de su vida para cualquiera. Pero hay un banco, repleto de oro, tanto oro que cualquier ejército haría el esfuerzo necesario por hacerse con él.

Belmondo quiere todo ese oro para él, lo normal, y moverá todo lo que tenga que mover con tal de conseguirlo. Nos encontramos ante un Belmondo desatado, estrella del cine francés del momento que ha de ser bueno con los puños, con las armas y si es preciso en cualquier escarceo amoroso que se le presente incluso en una situación así. Tal vez, sólo digo tal vez, sea demasiado Belmondo para alguno.

A mí me ha gustado, menos de lo que hubiese querido porque de Verneuil siempre espero lo mejor, pero es estupenda para pasar un buen rato. Entretenimiento asegurado.