Quien llegue aquí sin conocer nada sobre el universo de Sam Peckinpah puede sufrir un duro bofetón emocional. Quienes ya conocemos algo sobre este hombre y sus maneras estaremos de acuerdo en que en "Grupo salvaje" es capaz de desarrollar todo su potencial y realiza un ejercicio de coherencia de principio a fin. Sam Peckinpah se merece un diez, hasta ahora, personalmente, podría habérselo colocado a más de un título suyo, y no ha sido hasta revisionar este western que me he tenido que rendir ante el despliegue brutal que aquí es capaz de ofrecer.

La muy mencionada primera escena del escorpión comido por hormigas con los niños de espectadores tiene tanto significado que no soy capaz de no apuntarla en mi crítica. Es símbolo de lo que vendrá después, un torrente de violencia que apunta a un lirismo que si no se es capaz de percibir podría caerse en el error de señalar el conjunto de gratuito. Yo no creo que sean excesos, son actos de sinceridad, son las maneras del director (también guionista) y no se puede negar que no engaña a nadie desde la primera carnicería hasta la última. Y por en medio de todo, violencia en cada minuto, eso ya lo sabemos, lingotazos de whisky, putas, caballos al galope y mucha personalidad.

Los protagonistas, Holden y compañía, participan en un espectáculo de lagrimilla, repletos de orgullo y fidelidad, hasta la última gota de sangre. Lo han hecho todo en la vida, son personajes desarraigados, sí, y no responden a nadie hablando en verso, escupen al suelo, hablan poco y claro, matan, son duros y salvajes. No hay nadie más salvaje que ellos. El epíteto de crepuscular también lo compro, más que nunca.

La verdad, posiblemente el mejor western jamás realizado.