No resulta fácil a veces separar el tema del que trata una película y ser capaces de juzgar esa película con independencia, como producto acabado con un determinado sello y firma, como una creación tal cual. Porque si todas las películas las juzgáramos por sus buenas intenciones entonces todo serían dieces aquí. O porque una película trate de un tema concreto no va a ser buena porque sí. Es por ello que en parte no me sorprende tanto su valoración general, muy por encima de lo que yo creo haber visto, porque todos sabemos lo que significó este hombre para el devenir de la Historia.

Sin embargo, y dicho esto, la vida y obra de Galileo Galilei seguramente merecía mejor homenaje que el que le ofreció Joseph Losey. Galileo será un diez, pero la película no. Lo que sí me sorprende mucho es que una película que lleve la firma de este director no sea ni correcta, queda por debajo de lo que esperaba. A mí se me ha hecho eterna, muy larga, sin ritmo, con un número musical incrustado en medio para llorar y en definitiva sin la chispa que esperaba de una película de Losey.

Su carácter teatral puede que ayude a mejorar la caracterización, pero si hay que destacar algo es la imagen de la Iglesia, qué menos que disfrutar con su lamentable postura obstruccionista. Ya conocemos el penoso juego de la Iglesia en la Historia así que al menos los ateos reirán al ver cómo ni siquiera se creen lo que pueden ver a través del telescopio. Eso al menos sí lo he disfrutado, qué ridículo, qué cosa tan mala la Iglesia. Pero la película, regular tirando a floja.