Que el protagonista sea Owen Wilson y los sosísimos créditos del principio pueden hacernos creer que la película va a ser un tremendo bodrio de serie B. Afortunadamente, a pesar de ello y de un arranque flojo, la cosa mejora. Desde luego no es un peliculón ni mucho menos, pero tampoco es tan mala como parece en esos primeros minutos.
Lo cierto es que la realización es muy cortita. La cámara no sabe lo que hace, y en las escenas de acción se mueve demasiado. El montaje deja que desear.
También parece un poco descarado que utilicen a Pierce Brosnan como reclamo, cuando su personaje es bastante secundario. Parece que, como fue James Bond, poner a este hombre con un arma en la mano sirve para vender mejor la película.
En fin, esta familia americana se ve envuelta en un auténtico follón en un país asiático. A ver cómo se las apañan para salir sin que los maten.
Secuencias como la de la azotea o la del río consiguen que el film suba puntos, quedando al final como un título de acción entretenido y no como la basura que podría haber sido.
Eso sí, Owen Wilson se carga toda la suspensión de incredulidad. No es que su aspecto no sirva para hacer de padre de familia sufridor y que debe salvar la vida de su mujer e hijas. El problema es que este actor ha hecho tanta comedia que no hay quien se lo crea en un papel serio. Me parece que ha hecho muy poco cine que no sea de ese género. Solamente consigo recordar “Tras la línea enemiga”, que curiosamente también era en un entorno bélico. Hay que reconocerlo, está encasillado, con lo cual siempre tengo la sensación de que va a soltar chistes o ponerse un sombrero vaquero como en “Noche en el museo”.
Mucho mejor está Lake Bell en su papel de madre asustada.
Es corta y aunque debería haber arrancado antes con la acción, al final uno no se aburre y queda sorprendido por cómo ha mejorado, teniendo en cuenta su flojísimo primer tramo. Se salva por los pelos.