Esta soporífera película no cumple ninguna de las funciones que tiene que tener el buen cine: entretener, enseñar o ser arte.
Falla en el fondo, en la forma y en todo. Si es que basta leerse la sinopsis para ver que tiene menos interés que una carrera de tortugas. Cuando la escena más inesperada es que atropellen a un ciervo (sin que tenga nada que ver con lo demás), mal vamos.
Poca empatía siente uno con los problemas de negocios de esta pareja, cuando ni ese trabajo ni sus discusiones están filmados con la más mínima emoción. Es un film bastante frío que no transmite casi nada, salvo ganas de dejar de verla por la mitad o de que terminen sus tediosísimas dos horas.
Llega un momento en que da la sensación de que podría derivar hacia una historia de mafia, o que la situación va a estallar en escenas violentas o dramáticas, pero nunca llega a hacerlo, al menos de una forma mínimamente satisfactoria.
Además de aburrida, es tan lenta en su desarrollo que te puedes ir al servicio tranquilamente y no te pierdes nada. Su parsimonia es desesperante, de manera que es muy apropiada para verla “en segundo plano” mientras estás planchando o en otra tarea similar. ¿Hay gente que hable tan despacio en la vida real?
Los actores solo quieren cobrar, pues en pocos momentos hacen algo más que leer sus frases. Oscar Isaac no transmite la desesperación que tiene que estar sintiendo su personaje, y Jessica Chastain (la “hermana gemela” de Bryce Dallas Howard) no parece que haga mucho más, aparte de fumar.
En el último tramo, la película hace un amago por despegar, pero me temo que es demasiado tarde como para arreglar el desastre.
Tampoco tiene una buena banda sonora que le acompañe.
Lo más curioso es el “cameo” casi encubierto que tienen las Torres Gemelas, que en una escena se ven al fondo y borrosas, como quien no quiere la cosa.
Resumiendo, no basta con tener buenos actores y filmar bien. Hay que contar algo que llame la atención, y si no, al menos intentar emocionar un poco más. Que con esto se aburren las vacas, hombre.