Vivo en Granada y tengo una casita en la sierra. Soy sastre como el asesino de "El silencio de los corderos" pero como carne humana como Anthony Hopkins en "El silencio de los corderos".
Como casi siempre estoy solo debido a mi afición, pues hablo poco. Mis diálogos son más aburridos que un consejo de ministros sin polémica.
Pero no os preocupéis, que ya se encarga el director que está contando mi apasionante historia, de meter planos de la Semana Santa o de mí mirando al vacío para que os aburráis aún más.
Hay quien dice que mi vida transmite emoción y que Antonio de la Torre borda mi papel. Vale, bueno, venga. Si lo único que hago es estar serio y callado, sin mostrar la más mínima emoción y recitando frases de besugo con acento andaluz.... entonces los políticos actúan mejor que él.
Bueno, tranquilos, que la cosa se pone interesante. Ahora tengo dos vecinas rumanas que no son de las que piden limosna, sino que están de buen ver. La verdad es que no sé si comérmelas literalmente o figuradamente, pero es que se me están acabando los filetes que guardo en la nevera.
La emoción se dispara cuando me encargaron bordar el manto de la Virgen del barrio. A estas alturas la película os estará flipando bastante, ¿verdad? Es que no tengo ganas de matar, prefiero cortar retales que es más aburrido.
Pues nada, que le gusto a la vecina, pero como soy caníbal no puedo coger mucha confianza, así que nos iremos a la casa de la sierra a..... ¡No seáis mal pensados! Que yo solo quiero hablar. Bueno, hablar tampoco porque soy más de estar callado.
Y ahora, voy a borrarme de la memoria del que ha escrito este rollo, porque no está contento con que hayan gastado sus impuestos en perpretar el enésimo bodrio del cine español de los últimos años.
Menos mal que tenemos a Bayona, Amenábar, Fresnadillo, Vivas y algunos otros. Porque sinceramente la mayoría del cine español reciente da ganas de vomitar.
Si se os acerca esta película, ¡corred, insensatos!