Pues eso, que no sé donde había estado oculto este joven tailandés antes de protagonizar esta película. Los mortales tenemos el derecho natural de presenciar la infinita habilidad de este DIOS DE LAS ARTES MARCIALES. Incluso él debería de tener la obligación moral de mostrar su espectacular repertorio al mundo.
Interpreta a Ting, un joven que debe recuperar la estatua de un buda robada de su aldea por parte de unos gangsters.
Esta premisa es suficiente para que Jaa de rienda suelta a su enorme dominio del Muai-Thai, un arte marcial en el que rodillazos, codazos e incluso cabezazos son el pan nuestro de cada día. Además, la espectacularidad y acrobacia en cada uno de sus golpes son increíbles, unido todo a unas coreografías de lucha absolutamente realistas. Eso sí, no esperen ni guión ni personajes medianamente construidos. Esta es sólo una esplendida exhibición de artes marciales por parte del maestro Tony Jaa con un resultado altamente efectista.