Después de mucho luchar para sacar adelante la adaptación de la novela homónima de Jack Kerouac, líder de la generación Beat norteamericana, Walter Salles (Diarios de Motocicleta) fue el elegido por las múltiples productoras del proyecto para dirigir y adaptar la obra literaria a la gran pantalla. Lamentablemente, el resultado no es el mismo que se debería esperar de una novela tan icónica del siglo XX. Lo que refleja en pantalla Salles es una obra imparcial, sin alma y, lo que es peor, aburrida. Se limita a poner a los jóvenes actores haciendo de las suyas con una revolución hormonal a la altura de púberes más calientes que una olla hirviendo. La repetitividad de las acciones y hechos es constante, apenas hay sobresaltos entre retazo y retazo de voz en off de algunos pasajes de la novela que según los responsables de tan anodino producto nos deben de indicar algo. Simplemente se contentan con decir que están viajando para madurar o redescubrirse (entre desfases de alcochol, drogas y sexo) y de paso escribir lo que es una obra maestra de la literatura gracias a estas, más que dudosas, vivencias.
No ayuda tampoco el buen reparto de la cinta, donde la mayoría está plano, falto de tesón y tensión... bueno, esto último si acaso sí funciona en las escenas de cama. Entre el elenco encontramos a Garrett Hedlund (Mudbound), Sam Riley (Maléfica), Kristen Stewart (Crepúsculo), Amy Adams (Man of Steel), Viggo Mortensen (Green Book) o Kirsten Dunst (Melancolìa), siendo esta última la mejor de todos a pesar de su rol secundario. La intensidad de su interpretación es lo único que sobresale en una cinta plana, átona, que no es capaz de dar más de sí por falta de ideas a la hora de adaptar la novela de una manera más convincente y sin arriesgar nada, limitándose a tomar notas de aquí y de allá.
No sé yo, pero creo que Salles podría haber hecho algo más con esto y no aburrir al público.