Pues lo hemos visto mil veces. De hecho, si no fuese por la presencia de Diane Lane, bien podríamos estar hablando del enésimo telefilme de después de comer. Quitando la originalidad que supone, o supuso en su estreno, Internet como la herramienta del asesino, todo lo sobrante es más de lo mismo.

Eso no significa que "Rastro oculto" no tenga sus cosas buenas y sus cosas malas. Estas últimas las tenemos más controladas: la previsibilidad casi insultante*(1), los secundarios arquetípicos y un montaje realmente chusco y feo. Las cosas buenas son un entretenimiento satisfactorio, a propósito de un ritmo ágil, un argumento que cumple en tanto en cuanto tenemos a un psicópata y a una protagonista que debe capturarlo y, también a propósito, que esta tenga el rostro y el cuerpo de Diane Lane.

La actriz está muy por encima del producto, y como buena en lo suyo que es, sabe cómo encajar dentro del mismo, caer en todos los tópicos que debe caer y poner las caras de sorpresa, miedo o lo que se tercie, incluso llorar, que lo hace de lujo. Sus compañeros de reparto también son buenos y saben sobreponerse a sus planísimos personajes, en especial destaco a Billy Burke como el detective (doy gracias porque no pasa lo que tendría que pasar con la prota, punto positivo a la película) y Joseph Cross como el sonado de turno.

Honestamente, para pasar el rato y sabiendo que va a ser una del montón, "Rastro oculto" sirve, entretiene y hasta divierte, porque como la propia película denuncia, el morbo y la violencia venden.