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Miquel rating:
8
7.8
122,463
Drama
Harry Goldfarb (Jared Leto) and Marion Silver (Jennifer Connelly) are lovers in Brooklyn with dreams of setting up a small business and spending the rest of their lives in love--their version of the American dream. The two are also desperate heroin addicts, a compulsion that darkens their lives and leads Harry to repeatedly pawn his mothers television. His mother, Sara Goldfarb (Ellen Burstyn), is addicted to television, which is why ... [+]
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December 6, 2011
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Segundo largometraje del realizador neoyorquino Darren Aronofsky (Brooklyn, NY, 1969) (“Cisne negro”, 2010). Adapta la novela “Réquiem for a Dream” (1978), de Hubert Selby (1928-2004), según guión escrito por el mismo Selby y por Aronofsky. Se rueda en escenarios reales de Coney Island (Brooklyn) y en estudio, con un presupuesto estimado (IMDb) de solo 4,5 millones de USD. Obtiene sendas nominaciones a los Oscar (actriz) y Globos de oro (actriz). Nominado a 5 Independent Spirit Awards, gana 2 (fotografía y actriz). Producido por Eric Watson y Palmer West, se proyecta por primera vez en público el 14-V-2000 en el Festival de Cannes (Francia).
La acción dramática tiene lugar en Coney Island (Brooklyn y camino de Florida, en un momento pretendidamente indeterminado, a lo largo de unos dos años. La acción se centra en cuatro personajes principales: Sara Goldfarb (Burstyn), que hace el papel de madre, el hijo Harry Goldfarb (Leto), su pareja Marion Silver (Connelly) y su amigo de siempre Tyron C. Love (Wayans). El personaje de la madre, viuda, solitaria, atormentada y adicta a la TV, es el que se presenta mejor trabajado. Marion es una chica de familia acomodada, retraída, indolente e inadaptada, que se deja llevar. Harry carece de formación y de oficio, es ambicioso e idealista y arrastra un gravoso pasado de carencias afectivas. Tyron, afroamericano, acostumbrado a encontrar apoyo y cariño en los brazos protectores de la madre, carece de habilidades para abrirse camino en la vida y se siente cómodo a la sombra del liderazgo de Harry. La interpretación de Ellen Burstyn es magnífica y constituye uno de los grandes valores del film. Los otros tres protagonistas entregan trabajos meritorios y dignos.
El guión es sencillo y asequible. Narra una historia más bien conocida, que divide en dos líneas argumentales, que avanzan en paralelo y se potencian mutuamente mediante contrastes, contraposiciones y suma de efectos complementarios. La narración es intensa, cruda, rotunda y perturbadora. Contiene pasajes sobrecogedores, dispuestos en un crescendo que en la última parte del film alcanza una intensidad y fuerza demoledoras. La descripción del descenso al infierno de la droga, la autodestrucción y la desesperación, compone un cuadro terrible y escalofriante.
El relato se construye desde el punto de vista subjetivo de los personajes, dejando de lado estudios objetivos y análisis empíricos. Lo que interesa al autor es la experiencia subjetiva del consumo de drogas en situaciones avanzadas de descontrol. Expone con trazos amargos la escasa, nula o negativa, capacidad de respuesta del sistema sanitario ante enfermos drogodependientes. Lo ilustra con el uso del electroshock, abandonado en los años 70. Añade referencias a las relaciones entre consumo abusivo de drogas, sexo, exhibicionismo y prostitución. La cinta incorpora numerosas citas cinéfilas y guiños de simpatía que el realizador dedica a Kubrick, Coppola, Dany Boyle, Spike Lee y otros.
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La acción dramática tiene lugar en Coney Island (Brooklyn y camino de Florida, en un momento pretendidamente indeterminado, a lo largo de unos dos años. La acción se centra en cuatro personajes principales: Sara Goldfarb (Burstyn), que hace el papel de madre, el hijo Harry Goldfarb (Leto), su pareja Marion Silver (Connelly) y su amigo de siempre Tyron C. Love (Wayans). El personaje de la madre, viuda, solitaria, atormentada y adicta a la TV, es el que se presenta mejor trabajado. Marion es una chica de familia acomodada, retraída, indolente e inadaptada, que se deja llevar. Harry carece de formación y de oficio, es ambicioso e idealista y arrastra un gravoso pasado de carencias afectivas. Tyron, afroamericano, acostumbrado a encontrar apoyo y cariño en los brazos protectores de la madre, carece de habilidades para abrirse camino en la vida y se siente cómodo a la sombra del liderazgo de Harry. La interpretación de Ellen Burstyn es magnífica y constituye uno de los grandes valores del film. Los otros tres protagonistas entregan trabajos meritorios y dignos.
El guión es sencillo y asequible. Narra una historia más bien conocida, que divide en dos líneas argumentales, que avanzan en paralelo y se potencian mutuamente mediante contrastes, contraposiciones y suma de efectos complementarios. La narración es intensa, cruda, rotunda y perturbadora. Contiene pasajes sobrecogedores, dispuestos en un crescendo que en la última parte del film alcanza una intensidad y fuerza demoledoras. La descripción del descenso al infierno de la droga, la autodestrucción y la desesperación, compone un cuadro terrible y escalofriante.
El relato se construye desde el punto de vista subjetivo de los personajes, dejando de lado estudios objetivos y análisis empíricos. Lo que interesa al autor es la experiencia subjetiva del consumo de drogas en situaciones avanzadas de descontrol. Expone con trazos amargos la escasa, nula o negativa, capacidad de respuesta del sistema sanitario ante enfermos drogodependientes. Lo ilustra con el uso del electroshock, abandonado en los años 70. Añade referencias a las relaciones entre consumo abusivo de drogas, sexo, exhibicionismo y prostitución. La cinta incorpora numerosas citas cinéfilas y guiños de simpatía que el realizador dedica a Kubrick, Coppola, Dany Boyle, Spike Lee y otros.
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La banda sonora, de Clint Mansell (“Cisne negro”), ofrece un tema principal, “Lux aeterna”, que describe con sobrecogedor acierto los coros dolorosos y los lamentos angustiosos del infierno. Añade otros temas de notas oscuras, profundas y lentas, que aportan sensaciones de destrucción, descomposición y agonía, a la atmósfera general de pesadilla que envuelve el film.
La fotografía, de Matthew Labatique (“Cisne negro”), superpone planos rapidísimos, compone secuencias de estética videoclipera, hace uso de encuadres inverosímiles, se sirve de colores irreales, crea ambientes sórdidos, construye espacios lóbregos y avanza a ritmos desiguales e inquietantes.
Película de culto, notable, interesante y absorbente, que merece la atención del cinéfilo. Más que del fracaso del sueño americano, habla de la condición humana, de la fragilidad de las personas, de la creciente plaga de las adicciones, de las carencias afectivas y emocionales que generan las sociedades posmodernas de las grandes urbes y de los peligros estremecedores que se dan asociados a las drogodependencias.
La banda sonora, de Clint Mansell (“Cisne negro”), ofrece un tema principal, “Lux aeterna”, que describe con sobrecogedor acierto los coros dolorosos y los lamentos angustiosos del infierno. Añade otros temas de notas oscuras, profundas y lentas, que aportan sensaciones de destrucción, descomposición y agonía, a la atmósfera general de pesadilla que envuelve el film.
La fotografía, de Matthew Labatique (“Cisne negro”), superpone planos rapidísimos, compone secuencias de estética videoclipera, hace uso de encuadres inverosímiles, se sirve de colores irreales, crea ambientes sórdidos, construye espacios lóbregos y avanza a ritmos desiguales e inquietantes.
Película de culto, notable, interesante y absorbente, que merece la atención del cinéfilo. Más que del fracaso del sueño americano, habla de la condición humana, de la fragilidad de las personas, de la creciente plaga de las adicciones, de las carencias afectivas y emocionales que generan las sociedades posmodernas de las grandes urbes y de los peligros estremecedores que se dan asociados a las drogodependencias.